La
mitología griega presenta un entramado de historias protagonizadas por los
dioses, pero también por otros personajes como semidioses, héroes, monstruos y
objetos maravillosos que solucionan o complican la trama.
Pero
más allá de las historias y los cuentos, la mitología es también la transmisora
de los grandes valores de la antigüedad grecorromana. Sus mitos están llenos de
valores atemporales vigentes que, por ser clásicos, no dejan de decirnos algo
nuevo.
Os
presentamos nuestra propia versión del mito de Teso y el Minotauro. Para
redactarla nos hemos servido de las diferentes versiones clásicas que nos llegan
de la Antigüedad: Pausanias, Apolodoro e Higinio.
1.- Teseo es el más claro
ejemplo de que a los problemas hay que saber hacerles frente para poder superarlos.
Se arma de valor, utiliza su poder de persuasión para que su padre ceda y lo
deje viajar a Creta y se encara al Minotauro y no cesa de luchar hasta conseguir
matarlo.
2.- Que por mucho valor que
tengamos, es importante escuchar las ideas y propuestas ajenas, dejarnos ayudar
por quien nos lo solicita colaborar. Esto está encarnado en la relación entre
Teseo y Ariadna.
3.- El hilo y el puñal
entregados por Ariadna, nos enseñan que todas nuestras empresas deben tener un
buen plan de ejecución que las lleven al éxito, sin dejar lugar a la
improvisación.
4.- Egeo, que se arroja desde
el acantilado al ver las velas negras anunciantes de la supuesta muerte de su
hijo Teseo, nos alerta del peligro de la impulsividad. Todas nuestras acciones
deben tomarse después de un conocimiento de los hechos y de una reflexión.
5.- Ariadna, tras ser
abandonada en la isla de Naxos, es encontrada por Dionisos, que la toma por
esposa y la inmortaliza. Esto nos enseña que, por muy dolorosas que sean las
desgracias, hay que tener la esperanza de que todo puede mejorar.
6.- El Minotauro también puede
representar lo negativo que tenemos y que no queremos ver ni aceptar. Reconocer
y aceptar la sombra que tenemos dentro, nuestra parte más instintiva, primitiva
y feroz, es una manera de hace frente a nuestras sombras, nuestros miedos,
nuestros problemas, nuestras limitaciones, nuestras frustraciones, …
Os
dejamos nuestra versión del mito:
TESEO
Y EL MINOTAURO
En la isla de Creta, dominada
por el rey Minos y su esposa Pasífae, nace “El Minotauro”, un ser abominable con
cabeza de toro y cuerpo de hombre al que, debido a no entrar en el orden
natural de las cosas, solamente le satisfacía comer carne humana.
Avergonzado por el monstruo que
Pasífae concibió, Minos obligó al arquitecto Dédalo a crear una estructura para
alojar a la bestia, un laberinto donde aquel que entrase inmediatamente se
pierda, no volviendo a salir nunca más de allí.
Durante la construcción del laberinto, Minos se enteró que su hijo Andrógeo, había sido asesinado por los atenienses en una emboscada debido a su gran habilidad en los Juegos Panatenaicos y, a fin de pagar por este crimen, obligo a los atenienses a mandar siete muchachas y siete jóvenes que serían devorados por el Minotauro y, si aquel pacto no se cumplía, una terrible guerra surgiría.
Tras ya varios años de
sacrificios y entregas de jóvenes, uno de los atenienses, el príncipe Teseo, cansado
de los abusos de Minos, arengó al pueblo: ¡Pueblo
de Atenas, hemos ya pasado años de muerte y esto ha de parar de una vez por
todas! Yo, Teseo, me ofrezco como voluntario para ser sacrificado a la bestia y
matarla para terminar con la muerte de nuestros hijos.
Su padre, el rey Egeo, al
conocer la intención de Teseo, trató de evitar su sacrificio convenciéndolo de que
desistiese de su plan, pero no tuvieron ningún éxito las súplicas del monarca.
Teseo: Padre quiero acabar con ese monstruo, que cada año mata a catorce de
nuestros jóvenes.
Egeo: ¡Oh, hijo mío! Tú no puedes ir, no querras que me quede sin ti verdad.
Teseo: Sé que puedo hacerlo, que volveré sano y salvo y acabaré con este
injusto castigo.
Egeo: Para que entiendas mi dolor, partirás desde Atenas con velas negras y, si
al regreso, el viento infla las velas blancas, significará que has vencido al
Minotauro y regresas con vida. Pero, si por el contrario, veo desde el
acantilado el barco regresar con las velas negras…
Teseo: … significará que he muerto en la batalla y Atenas seguirá amedrentada por
Minos.
Minos: Sed bienvenidos. Conducid a estos jóvenes a la cárcel.
Ariadna: Teseo, he conocido tus planes ante el minotauro. Pero no es una, sino
dos las amenazas que debes librar para llegar con vida ante tu padre, Egeo: el
Minotauro es un monstruo terrible que te devorará si no eres hábil en la lucha;
el laberinto es un lugar del que nadie podrá huir jamás. Pero tengo un plan
para que salgas sano y salvo del laberinto. Llévame contigo a Atenas y te
ayudaré a conseguirlo.
Teseo: Ariadna, ¿cuál es tu plan para matar al Minotauro y no perderme en mi
salida del laberinto?
Ariadna: Toma esta espada y este ovillo de hilo. Con la espada podrás luchar
contra el Minotauro y matarlo hundiéndola en su pecho; del hilo un extremo lo
sujetaré yo y el ovillo lo llevarás contigo. Para salir sólo tendrás que
seguirlo y tú y toda Atenas seréis libres.
Siguiendo su plan, Ariadna sujeta
un extremo del hilo y le da el ovillo a Teseo que, equipado con la espada, se
prepara para entrar.
Ariadna: ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?
Teseo: Estoy seguro, pero si muero te dejo la labor de alzar las velas negras
cuando en el regreso a Atenas.
Teseo entra al laberinto,
buscando por cada rincón cualquier rastro de la bestia mientras iba soltando un
poco de hilo mientras caminaba.
El minotauro, que estaba
comiendo el resto de lo que parecía ser un joven, al ver a Teseo, se abalanza
contra él con la intención de golpearlo, pero Teseo esquiva el impacto. Tras
una dura pelea ensordecida por los mugidos de la bestia, Teseo logra clavar la
espada en el pecho del Minotauro.
Teseo siguió las instrucciones
de Ariadna y siguió el hilo para regresar a la entrada, donde estaban
esperándolo Ariadna.
Ariadna: ¡Lo lograste! ¡Enserio, lo lograste!
Teseo: No tenemos tiempo que perder. ¡Volvamos a Atenas!
Al caer el sol, Teseo desembarcó
en la isla de Naxos y allí descansó durante la noche. Y entonces Teseo, antes
de que saliera el sol, zarpó rumbo a Atenas, abandonando a Ariadna en Naxos.
Ariadna, al despertar, sólo
pudo ver el barco que surcaba el mar y su corazón deshecho.
Dioniso: ¡Oh, triste Ariadna! ¡Qué pena verte así!
Ariadna: ¿Quién eres? ¿Un humano? ¿Por qué me conoces? Tienes la voz de un dios.
¿Eres uno de los que moran el Olimpo?
Dioniso: Soy Dioniso y he llegado a estas tierras en las que Teseo te ha
abandonado.
Ariadna: ¿Qué quieres de mí? ¿Vienes a sacarme de esta isla varada?
Dioniso: Deja el mundo de los mortales, donde Teseo te ha abandonado, y sé mi
esposa. Yo pediré a Zeus, mi padre, que te haga inmortal y a Hefesto que te
haga una diadema que colocaré entre las estrellas para que todos te recuerden.
E incluso hoy, si miramos al cielo y buscamos la Corona Boreal, podremos ver la diadema de Ariadna.
Regresando aquella mañana a
Atenas, Teseo olvidó cambiar las velas negras y poner las blancas, como había
acordado con Egeo. Al llegar a las costas de Atenas, Egeo observa a lo lejos el
barco con las velas negras y, sumido en un profundo dolor, se arroja desde el acantilado
al mar y muere.
Desde entonces, al mar que baña
el Ática se le conoce como Egeo.