
A pesar de que la
mujer romana era considerada por las leyes un ser inferior y de que siempre
dependía de la autoridad de un varón, éstas fueron siempre objetos de amor,
temor y deseo y se mostraban seductoras, maternales y amantes del lujo en exceso.
Pero las mujeres
fueron, además, protagonistas de un sinfín de historias mitológicas plasmadas
en todo tipo de soporte y encarnan valores positivos como la fertilidad, la
prosperidad familiar y social, la creación o el poder del destino, siendo
influyentes en las decisiones de los emperadores, capaces de administrar
grandes fortunas y encargadas de presidir importantes ceremonias religiosas.
