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Escribir en los confines




 

El hecho de que se conserven numerosos objetos de madera se debe a que las condiciones bastante húmedas del terreno favorecen la formación de turberas, unas especies de lagos que, por su acidez, hace que los materiales vegetales que se han acumulado durante miles de años no lleguen a descomponerse del todo, lo que ha favorecido que se hayan encontrado estacas, ejes de carretas, peines, muebles o tablillas de escritura.



 

Aunque conocemos este campamento desde el S. XVI, no fue hasta 1973 cuando se descubrieron centenares de tablillas de madera de roble, abedul o aliso escritas con el día a día del campamento: registros administrativos, quejas, recetas médicas, contactos entre comerciantes y contratistas, una felicitación de año nuevo, registros de abandono masivo de soldados del campamento.



 

 


 


Estas tablillas son los documentos manuscritos más antiguos de Inglaterra y arrojan luz sobre el alcance de la alfabetización de la Britania romana. Tienen el tamaño de una postal y son dos tablillas en forma de libro unidas por un cordón de cuero en su parte superior. En la portada ponían el destinatario y dentro contenía el texto. Las tablillas están escritas en escritura cursiva romana, considerada como la precursora de la escritura común.  Se con tinta de carbón y una pluma con el cuerpo de madera y la punta de hierro.


Se han descubierto más de 900 tablillas datadas entre los siglos I y II d. C. y se conservan en el Museo Británico.

 De entre todas las tablillas encontradas la más conocida es la 291, escrita alrededor del año 100 por una tal Claudia Severa, esposa del comandante de un fuerte cercano, a su amiga Sulpicia Lepidina, invitándola a una fiesta de cumpleaños. Esta invitación es el primer texto latino conocido manuscrito por una mujer.