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Pegaso y Belerofonte

La mitología griega presenta un entramado de historias protagonizadas por los dioses, pero también por otros personajes como semidioses, héroes, monstruos y objetos maravillosos que solucionan o complican la trama.

Pero más allá de las historias y los cuentos, la mitología es también la transmisora de los grandes valores de la antigüedad grecorromana. Sus mitos están llenos de valores atemporales vigentes que, por ser clásicos, no dejan de decirnos algo nuevo.

 Os presentamos nuestra propia versión del mito de Pegaso y Belerofonte. Para redactarla nos hemos servido de las diferentes versiones clásicas que nos llegan de la Antigüedad: Higinio y Paléfato.

 En las relaciones humanas cada individuo adopta un rol. Afortunadamente, en la mayoría de las relaciones todos están situados al mismo nivel, de igual a igual, todos son tratados con respeto y empatía. En otras, en cambio, alguno de sus miembros asume un rol de superioridad con respecto al resto del grupo o a un individuo concreto y ejerce algún tipo de presión.

Esto lo vemos muy claro en el tema del bullying, donde un alumno o un grupo de ellos ejerce algún tipo de presión o abuso sobre otros, anulando su voluntad, modelando su forma de pensar o de ser, controlando su forma de actuar o no tolerando su aceptación por el resto de compañeros.

El que quiere dominar al otro, al contar con el apoyo o la complicidad de alguien más fuerte o de un grupo que lo arropa, siempre se siente empoderado y con una falsa autoridad para despreciar, humillar o, simplemente, servirse de la bondad, de la nobleza o de la inferioridad del otro.

Y es aquí donde este mito adquiere significado: Belerofonte obtuvo ayuda externa y el respaldo por parte de Atenea para poder someter a Pegaso y servirse de él para sus fines personales.

Belerofonte es el alumno empoderado que se sirve del otro para su propio interés y la soberbia de haber logrado su fin le hace creerse más que los demás y piensa que todos deben estar a su servicio hasta que, de repente, ocurre algo que lo hace chocar contra la realidad y le da una lección de humildad; Atenea simboliza la fuerza personal del que acosa o el grupo que lo respalda; las bridas representan la capacidad de atracción sobre alguien o de anular su voluntad; Pegaso, en cambio, representa al alumno sobre el que se ejerce presión y que accede, bajo algún tipo de coacción, a cumplir lo que se le impone.

Este mito que nos invita a reflexionar y trabajar sobre el tema del bullying y para eso, trabajamos y desarrollamos tres valores.

1.- La empatía nos enseña a manejar estas situaciones y ponernos en el lugar del otro y sensibilizarnos ante sus emociones, comprendiendo qué y cómo se siente el otro.

2.- La asertividad nos invita a poner en valor los derechos, tanto los propios como los ajenos.

3.- La resiliencia nos ayuda a superar las adversidades, a sobreponernos a los problemas y a tomar el control de cualquier situación en nuestra vida.

 

Os dejamos nuestra versión del mito:

 

PEGASO Y BELEROFONTE

Esto es Grecia y aquí está Corinto, ciudad famosa por su canal, por dar nombre a un estilo arquitectónico, por ser la patria adoptiva de Edipo (ése que mató a su padre y se casó con su madre. Pues ése.), por las cartas de San Pablo… y… por sus pasas.

Éste es Belerofonte, que, aunque sus padres lo llamaron Hiponoo, desde joven le cambiaron el nombre por haber matado a Bélero, un tirano de Corinto. Según las costumbres de la época, tenía que pagar por esta muerte, pero esto… os lo cuento luego.

Y esto es un caballo blanco normal. Pero, si le ponemos alas, es Pegaso. Pegaso nació cuando este héroe de aquí, Perseo, le cortó la cabeza a Medusa, esa señora poco simpática que tenía la cabeza llena de serpientes y con la incómoda costumbre de convertir en piedra a… todo el que la mirara a los ojos. Pues bien, de la sangre de la cabeza de Medusa nació Pegaso.

Así que ya sabemos que nuestra historia transcurre aquí, en Corinto, y que tiene dos personajes: Pegaso y Belerofonte, aunque veréis que aparecerán algunos más.

Pegaso era un caballo mágico, de buen corazón que amaba tanto la libertad que vagaba por la tierra a sus anchas, haciendo brotar agua allá donde pisaba. Todo el que lo veía, lo quería domar, pero era imposible.

Pero volvamos a lo de antes, a lo de pagar por la muerte de Bélero. Para esto, Belerofonte se dirigió a Tirinto, esta ciudad de aquí gobernada por este rey, Preto, que le ayudó para limpiar su culpa, pero su esposa, Antea, que estaba pillada por el joven, al sentirse rechazada por él, le contó a su marido que Belerofonte había intentado ligar con ella y Preto lo envió aquí, a Licia a la corte de Yóbates, el padre de Antea, con una carta en la que le pedía que lo matara. Pero Yóbates no pudo incumplir las reglas de hospitalidad, así que buscó otra forma de quitárselo de en medio.

Entonces, los dioses, que sabían de las trampas que Preto iba a tender a Belerofonte, decidieron ayudarlo y Atenea le regaló unas bridas de oro, o sea, esto de aquí, con las que iba a poder domar a Pegaso, que estaba bebiendo tranquilamente de la fuente de Pirene.

La primera prueba era matar a la Quimera, este monstruo que vomitaba fuego por sus tres cabezas, una de león, otra de macho cabrío en el lomo y la última de dragón en la cola. Belerofonte, sirviéndose de la nobleza de Pegaso, se elevó por los aires hasta donde estaba la Quimera y la mató en singular combate.

La segunda prueba fue combatir a los sólimos, un pueblo vecino de Yóbates, que invadía continuamente su reino y… también, con la ayuda de Pegaso, los venció. Luego, lo envió a luchar contra las amazonas.

Al regresar al reino de Yóbates, un grupo de licios que había mandado el propio Yóbates, le salió al paso, pero, con su mañana para la guerra los venció también a todos.

Así que Yóbates se dio cuenta de que Belerofonte estaba protegido por los dioses y le desveló el plan y, para compensar, le ofreció la mano de su hija Filónoe.

Pero un día, orgulloso por sus victorias, Belerofonte decidió valerse de la bondad de Pegaso para su propio interés personal: llegar al Olimpo y comprobar la existencia de los dioses y conseguir la inmortalidad, pero cuando lo vio Zeus se enfadó e hizo que un mosquito picara a Pegaso que acabó desbocando y haciendo caer a Belerofonte a tierra desde lo alto del Olimpo.

Belerofonte desde entonces vaga solo por el mundo, rechazado por los dioses.

Y Pegaso se libró de él y cabalgando los cielos.

Zeus nombró a Pegaso portador del rayo y del trueno y lo hizo encargado de conducir el carro de la Aurora para anunciar el nuevo día. Y, además, lo convirtió en una constelación que todas las noches nos mira desde el cielo.