El pasado 15 de diciembre los
alumnos del Bachillerato de Humanidades acudimos a la exposición Mediterráneo. Del mito a la razón, donde
se nos ha explicado cómo el pueblo griego pasó de recurrir a cuentos e
historias con los que explicar todos aquellos fenómenos naturales a los que no conseguían darles una explicación, al pensamiento racional, conociendo el mundo y su
entono para dar, así, una explicación científica a muchos hechos naturales.
Durante milenios el Mediterráneo fue testigo
ciego de los míticos viajes de Ulises, Jasón, Eneas o Heracles y de las
aventuras vividas en él, pero a partir del S. VI a. C. se convirtió en el canal
de transmisión de las nuevas corrientes filosóficas y de pensamiento antiguas,
surgidas en las costas de Jonia y de la Magna Grecia, cuando pensadores como Tales
Mileto y Heráclito de Éfeso dejaron de creer que el universo era fruto una
creación divina y atribuyeron su existencia a la acción de los cuatro elementos
primordiales: el agua, la tierra, el aire y el fuego, algo importantísimo para
los griegos y para toda nuestra historia contemporánea, ya que el mito había
dejado de ser útil para explicar el origen y el sentido del cosmos.
Gracias a esto, las ciudades griegas, hasta
ahora dotadas de grandes e imponentes templos reservados a las divinidades,
pasaran a incorporar también un espacio público reservado únicamente a los
hombres: el ágora, un lugar de intercambio de bienes e ideas, de discusión y de
negocios que favoreció valores nuevos como la paz, la prosperidad o la justicia.
También el ágora favoreció la idea de que el
hombre está provisto de alma, algo que lo hace realmente valioso y lo representativo
y su cultivo, es decir, la vida interior se convirtió en algo tan enigmático
como los propios misterios del cosmos. Con esto surgen nuevas divinidades, como
Isis o Jesús, más comprensivos con las desgracias y limitaciones humanas.
Todo este cambio de mentalidad se nos ha explicado
a través de una colección de 165 obras de arte griegas y romanas: estatuas,
relieves, cerámicas, frescos, mosaicos y joyas, procedentes de museos europeos.
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Hemos aprendido también que, a pesar de la nueva
concepción actual del mundo, el Mediterráneo siguen conservando ese patrimonio universal
grecorromano que lo preserva como referente y modelo extraordinario sobre el
que seguir mirándose nuestra sociedad contemporánea.